El argumento y el deseo
Pocos jugadores atraen a consenso general como en el caso de Iñaki Williams. A los 26 años, la edad ideal para un futbolista, nadie se atreve a cuestionar su potencial, pero casi todo Crónica de Navarra duda de su verdadero techo por el ajustado puntaje que sufre. Difícil aceptar que en la última temporada y media apenas ha marcado 9 goles. Parecen muy pocos para un delantero del Athletic, la parroquia bilbaína acostumbrada a la seriedad de Aduriz. Las estadísticas, por otro lado, le dan a Williams un respiro. La métrica de gol esperado, un indicador que asigna una probabilidad de que una oportunidad sea un gol según el juego, que es tan popular en el análisis de clubes, indica que Williams debería haber firmado 47 goles en LaLiga desde 2014, cuatro más que él. Este curso cumple con las expectativas y suma los tres permitidos por los cálculos. Dado que el fútbol no se puede medir en términos estrictamente numéricos, necesita luchar contra su oscura fama antes de marcar para no duplicar las esperanzas de su figura. Ambos en el Villarreal hacen enmiendas parciales a Williams y concretan su efectividad cuando puede atacar en profundidad. Su conexión con el Athletic es una garantía sentimental duradera, pero lo impulsa el deseo de la afición de ver un delantero con números excepcionales.
El dominio real
El Sevilla lo volvió a hacer en la final, pero se lo mereció mucho antes. La victoria de Mestalla arroja luz sobre el bloqueo de Lopetegui tras el aplastamiento ante el Valladolid. Fue mejor de principio a fin, con una propuesta brillante por momentos, sin alterar el cambio de sistema de Javi Gracia a tres centrales. Con superioridad interna con Fernando, Jordán y Óscar, luego Rakitic, los centrocampistas se acercaron a los libres y se movieron lo suficientemente rápido para obtener situaciones ventajosas en los flancos -51 metros de ancho de juego y 65% de ataques por los lados- contra las calles. lugareños. El Sevilla vivía en campo rival, pero el golpe decisivo de Suso vino de un contraataque extraído del alto perfil técnico de sus jugadores. Es la doble condición de este equipo, capaz de jugar cosas distintas y casi siempre con acierto.
Reconocete a ti mismo
El camino a la victoria es encontrarte a ti mismo. La terapia de Osasuna ante el Elche no fue suficiente para ganar, incluso si al menos le ayudó a recuperar las señas de identidad que le faltaban. Vimos un equipo emprendedor, muy vertical y pegajoso bajo presión, más tenso que en compromisos anteriores. Casi la mitad de sus pases se han cumplido y su estrategia de recuperación fue a 46,2 metros de distancia media de su portería. El regreso a la propiedad de Brasanac, uno de los jugadores donde el estilo de Osasuna se mezcla tan bien, fue sintomático. El serbio, además de contar diez robos, logró lo que parecía el gol de la victoria, pero la precariedad en su área se lo impidió de nuevo más tarde. Aun así, la realidad del fútbol debe por ahora primar sobre la preocupante dinámica de resultados. Lejos de agotarse, el proyecto centenario de Arrasate. Este Osasuna no se puede entender sin él.